A continuación os dejo un texto que escribí recientemente en defensa de la cultura científica y que me interesa rescatar ahora que el gobierno ha anunciado importantes recortes en I+D:
El desarrollo de chips de grafeno, el descubrimiento de los fósiles del Ardipithecus ramidus, nuevos métodos para prevenir el contagio del VIH, la creación de un genoma sintético, la secuenciación del genoma del Neanderthal o la fabricación de la primera máquina cuántica. Esta es solo una pequeña muestra de los avances más significativos en ciencia y tecnología de los últimos años. Completar esta lista sería casi imposible, porque la ciencia crece de forma exponencial. Tal es este crecimiento que se calcula que aproximadamente el 95 % de todos los científicos de la historia de la humanidad están vivos. Esto implica un enorme número de conceptos y técnicas totalmente novedosas que la gran mayoría de la población desconoce. Detener este avance no tiene sentido, pues la ciencia y la tecnología se han constituido como el motor económico de un país.
Al recibir el Premio Príncipe de Asturias, Stephen Hawking dijo: «Si admitimos que no es posible impedir que la ciencia y la tecnología cambien el mundo, podemos al menos intentar que esos cambios se realicen en la dirección correcta. En una sociedad democrática, esto significa que los ciudadanos necesitan tener unos conocimientos básicos de las cuestiones científicas, de modo que puedan tomar decisiones informadas y no depender únicamente de los expertos.»
Es evidente que no se puede juzgar lo que no se entiende o no se conoce. Para tener opiniones fundamentadas, para participar activa y críticamente en los grandes debates de la actualidad, la ciudadanía debe poseer fuentes de información fidedigna así como las herramientas necesarias para transformarla en un conocimiento sólido y duradero.
En este sentido, las tecnologías de la información y la comunicación juegan un papel clave. Por un lado, porque han promovido la difusión y el acceso a la información de maneras antes impensables. Internet se ha convertido en una herramienta potentísima de búsqueda de información. A pesar de que la televisión se impone como el principal medio de comunicación a través del cual recibimos noticias, Internet es la principal fuente a la que acudimos para satisfacer nuestra curiosidad. «Búscalo en Google» es ya una expresión habitual en charlas y reuniones. Por otro, porque los últimos años, con la irrupción de la llamada web 2.0, han demostrado que otras formas de comunicación son posibles. Hoy en día, cualquiera puede crear contenido en la red además de consumirlo. En este nuevo escenario, se están produciendo grandes experiencias en las que los usuarios participan, colaboran, interactúan, filtran, enriquecen, construyen, crean. En definitiva, aprenden. Aprenden a analizar la información, a procesarla, a contrastarla y a combinarla para crear nueva información. Aprenden porque han dejado de ser sujetos pasivos, meros receptores de información, a integrantes activos en la producción de la misma.
El aprendizaje es un proceso complejo pero sabemos, aunque solo sea por experiencia propia, que aprendemos mejor cuando nos involucramos activamente en el proceso, cuando buscamos respuestas a problemas que tenemos interés en resolver o cuando queremos enseñar a los demás.
El potencial educativo que encierra el uso de la red es, por tanto, enorme. Permite un aprendizaje en cualquier momento y en cualquier contexto, integra los diferentes lenguajes o medios, asegura una comunicación horizontal y democrática, fomenta procesos de socialización y de construcción de conocimiento. Gracias a su componente social, a que en la red los protagonistas somos los usuarios, Internet es el mejor canal donde ciencia y ciudadanía puedan encontrarse. Para ello es necesario hacer un esfuerzo por ambas partes. La primera debe reconocer el papel que la sociedad juega en la ciencia y renunciar a su carácter de escaparate. La segunda debe adquirir el espíritu crítico y reflexivo que le permita decidir por sí misma, sin verse influenciada por agentes externos. Solo así podremos dar el verdadero salto de la Sociedad de la Información a la Sociedad del Conocimiento.
Porque todo es posible en Internet. Aprender ciencia, también. Cuando las neuronas bailan con los bits.